La Niña que olvidó su Nombre

Solo cuando te atreves a abrir tu propio cofre y a mirar tu verdad sin máscaras, el bosque cambia y la historia vuelve a tener sentido.

ESTILO DE VIDA

Versátil Magazine

12/16/20253 min read

Pero el bosque de los otros es peculiar. Cuando uno deja de escucharse, los árboles murmuran desconfianza, el viento trae discusiones, los caminos se curvan hacia la confusión y los animales del bosque, que siempre reflejan el corazón de quien los mira, parecen inquietos, esquivos o incluso hostiles.

Ella pensaba que era mala suerte, quizá que el bosque estaba equivocado o que todos los castillos eran fríos y los viajeros, injustos. Así pasó años, creyendo que el mundo era el que debía cambiar, pidiendo al bosque, al camino y a la realidad que cambiaran. Nada cambiaba y su armadura pesaba cada vez más.

Una noche, bajo la luna paciente, un susurro rompió su coraza: "Obsérvate. No al bosque, a ti".

Por: Rosalba Valbuena

Cuentan que existió una mujer que de niña había nacido con un brillo antiguo entre las manos. Pero un día, mientras crecía y sin darse cuenta, se lo cambiaron por un pequeño cofre de madera donde le dijeron que guardara "lo que realmente importaba", silencio, prudencia, discreción y no mostrarse demasiado.

Le enseñaron también un arte, casi mágico: fabricar mascaritas finas al principio, suaves como pétalos; luego más duras, gruesas, casi de hierro. Le dijeron que eran necesarias para sobrevivir al bosque de los otros. Y ella, obediente, las fue creando.

Con el tiempo, sus máscaras se volvieron tantas que olvidó cuál de todas era su rostro verdadero. Y su cofre, que guardaba su esencia, quedó tan al fondo de su memoria que olvidó que lo tenía.

Así comenzó a caminar por un mundo de castillos ajenos, mirando torres muros y jardines que no le pertenecían, buscando respuestas en la sombra de los demás.

Al principio creyó que era el viento. Pero el susurro volvió, firme y suave a la vez: "Obsérvate. No al bosque, a ti".

Esas palabras encendieron una luz. La mujer se detuvo y se hizo preguntas que no se formulaba desde niña: "¿Quién soy sin mis mascaras?" "¿Cómo me trato?" "¿Qué me diría con ternura?".

Su armadura se hizo añicos, revelando el cofre olvidado. Al abrirlo, estaba su nombre, su esencia, su verdad y brillaba igual que el primer día.

Desde ese momento, comenzó el verdadero viaje: desaprender para poder recordar, soltar para poder volar, de dejar caer el miedo para que el amor respirara otra vez.

Y el bosque, ese mismo bosque que antes parecía hostil, empezó a transformarse.

Los caminos se enderezaron. Las hojas cantaban cuando ella pasaba. Las personas que resonaban con su luz aparecían como luciérnagas en la noche.

Comprendió que los juicios que otros lanzaban eran solo ecos de sus propias sombras, no profecías sobre la suya. Aprendió a dar desde el amor y no desde la obligación, a escuchar la música interna que siempre había estado allí, esperando que ella se quitara el ruido de encima.

Ahora camina ligera, con el cofre abierto. Y cada día recuerda un poco más su nombre.

Y tú, que has llegado hasta aquí, ¿te atreves a recordar tu nombre?

Te abrazo con el alma.