El tiempo invisible
Cada minuto puede convertirse en un refugio para detenerse mirar hacia adentro y volver a empezar.
ESTILO DE VIDA
Versátil Magazine
11/11/20252 min read














Con los años, los rituales se transformaron. La familia creció cambió, se dispersó. La Navidad se volvió un nudo de risas y tensiones, abrazos y silencios. Tratar de mantener la unión era remar en aguas inquietas: a veces reconfortante, a veces agotador. Hasta que un día decidió moverse de lugar. Paso la Nochebuena con otros vínculos, en otros espacios, y comprendió que la vida no se rompe cuando uno se atreve a cambiar, solo se abre a nuevos paisajes.




Desde entonces, cada celebración fue distinta: junto a sus hijos y su nuera o de vuelta al hogar materno. Descubrió que la verdadera Navidad no depende de adornos ostentosos, sino de la gratitud, la autenticidad y la calma.
Así comprendió algo simple y profundo: las temporadas son solo metáforas. La reflexión y el agradecimiento no pertenecen a un mes, sino al corazón que decide abrirse. La sencillez es suficiente. El desapego puede sanar. La vida continúa para quienes deciden vivirla desde la gratitud.
Por Rosalba Valbuena Jiménez
Muchos creen que la vida guarda un calendario secreto, que solo en temporadas se abre la puerta para reflexionar, perdonar y reunirse; como si el corazón necesitara luces parpadeantes y mesas largas para reconocerse en los otros.
Pero ella descubrió, con el paso del tiempo, que cada minuto puede convertirse en un refugio para detenerse, mirar hacia adentro y volver a empezar.
Aún recuerda aquel árbol humilde de su infancia: ramas secas cubiertas con espuma de jabón, bambalinas sencillas y luces que parecían estrellas prestadas. Los regalos del Niño Jesús aparecían en la cama y la alegría era suficiente para iluminar toda la casa. No había cansancio que opacara la magia: adornar, cocinar, pintar ... todo era una celebración compartida.
Y ahora, cada temporada es diferente: En Acción de Gracias, mira atrás con ternura, no con nostalgia. En Navidad, el brillo no está en los adornos, sino en la calma que habita el corazón.
Y en Año Nuevo, se permite soltar lo que pesa para abrirse a lo que inspira.
Así, cada época, con o sin familia, se convierte en un laboratorio de desapego. Aprender que la sencillez no resta, que incluso sin adornos deslumbrantes puede florecer la gratitud. Que lo terapéutico no siempre ocurre en el ritual repetido, sino en el gesto auténtico y en la decisión de habitar el presente sin cargar las sombras viejas.
¿Y si no esperas la temporada? ¿Y si hoy mismo eliges detenerte, reflexionar y abrazar lo que realmente importa?






